Add parallel Print Page Options

Los apóstoles aceptan a Pablo

Catorce años más tarde fui de nuevo a Jerusalén, esta vez con Bernabé. Tito nos acompañaba. Dios me había revelado que debía hablar en privado con los dirigentes de Jerusalén acerca del evangelio que predicaba entre los gentiles. Lo hice para que todo mi trabajo no fuera en vano. Y ni siquiera le exigieron a Tito, mi compañero, que se circuncidara, a pesar de que era griego.

Read full chapter